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Las alas de la vida

«Nadie es una isla completo en si mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.«
John Donne

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Hace unos días estuvimos participando en la actividad Un día de cine que se realiza cada año en el IES Pirámide. Nos proyectaron el documental Las alas de la vida de Toni Canet. El protagonista Carlos Cristos, médico de familia, después de que le diagnosticaran A.M.S. (atrofia sistémica múltiple), una enfermedad degenerativa,  decide narrar a la cámara su experiencia. Ante la inminencia de la muerte  habla de que ayudar a los suyos, a la manada a la que pertenece ha sido ha sido el sentido de su vida. Sólo quedará de nosotros, insiste, el recuerdo de lo que hayamos hecho por los demás.

No importa que la leña se consuma si al arder da buen fuego.

Asistimos de esta manera, durante tres años al esfuerzo de Carlos por seguir bailando, mientras que suene la música, junto a sus renuncias, su miedo, su búsqueda de la trascendencia. La manera de Carlos (y sus allegados) de afrontar la enfermedad y la aceptación de la muerte es una lección de optimismo y serenidad.

La película se estrenó en el 2006 ( ficha técnica). Carlos Cristo aún sobrevivió a su estreno dos años más.

Es un excelente documental para Ética. Como dice el propio Toni Canet en una entrevista :

El espectador sale con una sonrisa y con ganas de hablar de algo que era tabú.


De la justificación de la guia didáctica (ver materiales didácticos) subrayo lo siguiente: (pág 1)

La muerte ha sido, es y será un tema perenne sobre el que el hombre se ha cuestionado desde sus orígenes, lo que sí pudiera ser nuevo es llevarlo al campo de la educación de una manera laica y normalizada en un momento sociohistórico donde se enaltece lo joven, lo sano, el éxito y el confort y, en consecuencia se rechaza la vejez, el deterioro físico, el sufrimiento y el morir. Cultivar sólo una de las caras de la vida está teniendo resultados poco favorables para el ser humano y para el planeta que habita. Quizás educar en la vida y en la muerte pueda hacer una pequeña, pero importante, contribución a ese desequilibrio, considerando que el valor de una cultura se verifica en sus actitudes ante la vida y, como corolario, ante la muerte.

Desde nuestro punto de vista, si la educación es formación, poder hablar de la enfermedad, de las pérdidas y de la muerte en las escuelas y en las familias es proveerles de una perspectiva más cierta e intensa de la vida, es dotarles de recursos existenciales para cuando suceden las «pequeñas muertes»: rompimiento de la familia, fallo de la salud, decepción amorosa, fracaso escolar, etc. A nuestro entender se trata de normalizar, es decir, facilitar el espacio para que los alumnos se expresen en momentos de sufrimiento, dolor o fracaso. Con respeto y cuidado, con sinceridad y honestidad permitiendo la expresión y el hecho de compartirlo, les garantiza un espacio cálido y seguro para que elabore lo sucedido según su madurez sintiéndose acompañado/a. Desde esta perspectiva ante los diferentes comentarios de los alumnos intentaremos no evadir, ignorar, censurar, descalificar ni desvirtuar cualquier manifestación emocional, existencial o trascendental del niño/a.